martes, 20 de marzo de 2012

Los animales también merecen vivir en condiciones de bienestar

Por: Diario La Opinión, Cúcuta.

La escena era entre tierna y excéntrica. Una mujer joven, con un embarazo que podía estar en el cuarto mes, llegó con visible tensión al lugar donde tenía a su perro, un snaucer, bajo cuidados veterinarios para curarle una dolencia de parvovil. La dama, al tiempo que lloraba, besaba al animal con un sentimiento de visible compasión. Lo acariciaba como si se tratara de una criatura excepcional y parecía dispuesta a prolongar esa  dedicación sin previsión de final. Solamente el agotamiento del horario laboral del establecimiento pudo poner fin a la visita de consolación, entre lamentos que tenían un acento de incertidumbre y de súplica.

El caso se desenvolvía en la oficina del abogado Albert Rodríguez, la cual cumple la doble función de tramitar litigios jurídicos y atender animales callejeros que se encuentran en condiciones de abandono y maltrato crónicos, sobre todo  perros y gatos, que son los más comunes y corrientes.

Albert Rodríguez, un nortesantandereano de 42 años, graduado en derecho en la Universidad Libre de Cúcuta, además con estudios de veterinarios, ha asumido la protección de perros y gatos, pero prioritariamente de perros, como un compromiso básico de su vida. Esta dedicación lo llevó el año pasado a incursionar en la política. Consideró que su trabajo de defensa del buen trato y protección a los animales podría fortalecerse con una participación más activa de las entidades oficiales y en esa perspectiva presentó su candidatura al Concejo y buscó a los aspirantes a la Alcaldía para que incluyeran como tema programático la protección a los animales.

Rodríguez está en la tarea de conseguir para los animales espacios de protección desde cuando “tenía uso de razón”. En su hogar orientó actividades que tuvieron como objetivo poner a salvo animales callejeros. Buscó las organizaciones que le pudieran ofrecer mayores posibilidades de ejecución a sus propuestas. Entonces se apoyó en la fundación Mi mejor amigo, primero, y posteriormente en la Verde Animal. Actualmente lidera ‘Los que no tienen voz’, cuya finalidad es la de esterilizar el mayor número posible de animales para evitar su proliferación. El argumento es que de esta manera se les ahorra sufrimiento al no estar sometidos a la cadena de exterminio, o a los procedimientos de crueldad, o a esos recurrentes olvidos que los sumen en el abandono hasta el extremo de una penuria de aniquilamiento.
El cubrimiento de esa protección no alcanza para todos, porque son miles los animales con ese destino de desolación, no obstante las disposiciones legales que imponen a las entidades de gobierno obligaciones al respecto.

Como solución a ese estado de orfandad que padecen los animales Rodríguez propone la apertura de un centro de bienestar, para cuya formación se buscaría la destinación de alguno de los inmuebles que administra la Dirección Nacional de Estupefacientes. Allí se les daría un tratamiento de reivindicación de sus derechos –porque están reconocidos nacional e internacionalmente- y se pondrían en marcha acciones encaminadas a mejorarles su hábitat. La otra propuesta es la del centro Anticrueldad animal, formado por un grupo de diez personas, con un despacho adjunto a la Alcaldía desde donde se puedan coordinar trabajos que lleven a la solución de los problemas que se han generado por el desorden que asedia a los animales. Ese mismo organismo tendría competencia de promover acuerdos con la policía ambiental y de sancionar a quienes incurran en agresiones a los animales. Las sanciones podrían ser de arresto o de trabajo social como reparación a las víctimas.
Los recursos con que se apoyaría el funcionamiento de los organismos propuestos no son cuantiosos. Se calcula que con $20.000.000 se financiarían los programas de esterilización y de protección animal.

Por su propia cuenta, con recursos que él mismo aporta, Albert Rodríguez llevó a cabo el año pasado unas 700 esterilizaciones. La contribución que pide es de elementos básicos para los procedimientos quirúrgicos. Pero se requiere hacer mucho más y por eso el requerimiento en el sentido de que el sector oficial participe en forma más directa en los programas propuestos.
El resultado de las campañas de protección a los animales adelantadas por Rodríguez es estimable. Ha puesto a salvo unos 400 animales callejeros. Los ha recogido en diferentes lugares del área urbana de Cúcuta y los ha llevado a albergues previsionales. En el consultorio de tratamiento veterinario que tiene instalado en su oficina de abogado atiende en forma puntual los casos que exigen tratamiento de curación para afecciones animales. Perros y gatos con heridas u otros males recurrentes reciben la atención correspondiente y en esa tarea colaboran dos veterinarios con título profesional.

El problema es que una vez cumplido el tratamiento de curación los animales “vuelven a las andadas”. Hay que ponerlos nuevamente en la calle porque no hay donde tenerlos, dadas las limitaciones económicas para el sostenimiento.

Los animales que regresan a las calles de la ciudad después de recibir tratamiento hacen parte de la manada, especialmente canina que deambula por Cúcuta, calculados en 3.000. Tienen vida informal y están expuestos a todos los riesgos propios e las condiciones en que se encuentran.

Aunque la escena de la señora en el consultorio de Albert Rodríguez con el perro enfermo es una demostración del afecto con que muchas personas tratan a sus mascotas, no todas las relaciones de ese orden se dan con igual sentimiento. Lo cierto es que al cabo de algún tiempo, cuando el animal llega a la edad de desechable se convierte en problema y entonces las familias optan por excluirlo de su entorno a pesar de todos los cuidados y especiales consideraciones que le dispensaron. De adorable acompañante pasa a ser un estorbo. Causan fastidio los excrementos, las dolencias, los malos olores. Rodríguez advierte que es la etapa de la incomodidad con reacciones muchas veces extremas contra los animales que alguna vez fueron amados. Ese final de menosprecio se suma al drama del abandono callejero, que es el que promueve la insistencia de Albert Rodríguez en la creación de albergues de protección animal.

En esta cruzada de defensa de los animales también se ha tomado en cuenta el sacrificio que implica para algunos ciertas celebraciones que llevan el sello de regocijos festivos como las corridas de toros y las riñas de gallos. Rodríguez las cuestiona y advierte que no tienen razón de ser, dada la degradación que generan por la violencia que transmiten. Hacen parte del maltrato cuya erradicación e busca en todo el mundo y que en Cúcuta lidera el abogado Albert Rodríguez 

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